«Una vez que se ve el faro, se ignora el resto del mar» Terri Guillemets.
Estamos aquí de nuevo para compartirnos. Sois cada vez más personas las que os planteáis nuevas formas de educar a la infancia y el simple hecho de querer hacerlo os hace mágicas. Hoy vamos a hablar de una palabra que los adultos repetimos constantemente de manera automática, ¿Te imaginas cuál podría ser?.
Es una palabra muy corta y de apariencia inofensiva. Vamos a dejar la adivinanza y vamos a ir al grano. Esa palabra es el “NO”. Tan solo son dos letras y hoy vamos a ver el poder que tiene en vuestros pequeños.
En nuestra infancia, la mayoría de nosotros escuchamos muchas veces la palabra “no” por lo que, si no le damos conciencia, repetiremos el patrón automáticamente, creyendo que es la única forma de que el niño aprenda.
¿Sabes que siente un niño que obtiene muchas negativas? Realmente siente lo mismo que cuando esas negativas las recibimos los adultos. Una gran frustración, por lo que el pequeño se encargará de luchar por un “sí”, ya que no entiende el “no” como algo que verdaderamente no se debe hacer, sino como un capricho del adulto, que depende de él y no de la vida y de las normas sociales de convivencia. ¿Te ha pasado alguna vez que tras utilizar esta palabra varias veces, finalmente has terminado cediendo a un “sí” o negociando? Sea cual sea tu respuesta, te invitamos a seguir leyendo. Cuando un niño recibe ese “no”, también puede sentirse reprimido a la hora de cubrir sus necesidades, ya que puede sentir que no es escuchado, por lo que a lo largo de su vida, puede llegar a ser un adulto que no sabe expresar sus necesidades y vive más pendiente a las de los demás que a las suyas propias.
Es por ello que esta palabra, que entraña tanto poder, los adultos solo la debemos usar en tres ocasiones:
- Cuando se hacen daño a sí mismos
- Cuando dañan a los demás
- Cuando dañan el entorno
Después de leer esto podrás preguntarte ¿entonces, no debemos poner límites a los pequeños? Claro que sí, los adultos somos los responsables de su educación y como consecuencia, tenemos la responsabilidad de establecer ciertos límites. En este post vamos a aprender a usar alternativas al “no”.
Lo más importante para poner estos límites de manera sana tanto para ti como para tu pequeño, es llevarlo a cabo desde la calma, la firmeza y el amor. Los límites ayudan a los niños y niñas a crecer en seguridad emocional, ya que aprenderán a hacerse responsables de sus propios actos, y no actuarán simplemente para complacer al adulto de referencia que marca ese límite.
Los adultos debemos comprender que educar a la infancia conlleva que trabajemos en nuestra propia flexibilidad y sentido común, además, debemos entender que la rigidez no es amiga del sano desarrollo de nuestros pequeños. Para aprender a usar alternativas al “no”, vamos a utilizar un ejemplo sencillo, que podrás adaptar a las diferentes situaciones que puedas encontrar. De esta manera, te resultará más fácil ponerlo en práctica la próxima vez que sientas esa necesidad de utilizar el “no”.
Pequeño que se sube de pie en la mesa del aula o en el sofá:
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Nos preguntamos: ¿Qué quiere expresar con esta conducta?, ¿Qué necesita?; Podríamos pensar: parece que movimiento.
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¿Cómo me siento cuando se sube?; Algo que podríamos sentir: “No me gusta, puede romper cosas»
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¿Para qué sirve la mesa o el sofá? ¿Subirse o saltar?
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Con toda esta información que hemos extraído de la conducta del pequeño, podemos construir nuestra propia alternativa y poner ese límite desde la calma y firmeza, sin caer en la permisividad, ni en la autoridad o castigo.
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Podríamos decirle:
«Veo que tienes necesidad de saltar, tu cuerpo necesita moverse, y la mesa o sofá sirve, pero mira puedes subirte en este tobogán o cojín». Podrás usar cualquier cosa que consideres que está destinada al tipo de movimiento que necesita expresar. En esta frase iría recogida la necesidad del niño, la función del sofá o mesa y la alternativa.
¿Cuál es la alternativa? Se trata de ofrecer otra opción que sí pueda hacer para satisfacer su necesidad. En caso de que en ese momento no se pueda llevar a cabo, la alternativa sería explicar que hay que buscar otro momento. No debemos olvidar una cosa, es muy importante que cuando lleguemos a un acuerdo con el pequeño, nosotros los adultos debemos mantenernos firmes con esa decisión. Es decir, no le mentimos con lo que hemos pactado, porque sino, estaremos cultivando una relación pobre y basada en mentiras, y esto os aseguramos, revertirá en la persona adulta cuando el niño o niña crezca. Si, por ejemplo, hay que marcharse del parque, le explicamos que entendemos que le encanta el parque y que quería quedarse más, pero es hora de volver a casa, mañana, si quieres, volvemos otro ratito.
La clave está en conseguir poner el límite desde la calma, sin caer en el enfado, ya que el pequeño no tiene la reflexión del adulto y no es consciente de lo que debe y no debe hacer, ni tampoco sentir tristeza por no dejarle hacer lo que quiere.
Un faro enseña el camino a los barcos, incluso a los que están más perdidos, pues bien, comprender que eres ese faro que alumbra el camino que está construyendo tu pequeño o pequeños, te dará esa seguridad que ellos necesitan, saber que les acompaña un adulto estable, calmado y seguro de sí mismo.
Por nuestra parte, seguiremos compartiéndonos para que ese faro tenga cada vez más luz, y juntos, seguir alumbrando el camino de los seres más valiosos de cada casa.